15 de mayo de 2013

¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (1964)

Título original: Dr. Strangelove, or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb
Director: Stanley Kubrick
Guion: Stanley Kubrick, Terry Southern, Peter George (Novela: Peter George)
Música: Laurie Johnson
Fotografía: Gilbert Taylor (B&W)
Año: 1964
Duración: 93 min.
País: Reino Unido
Productora: Columbia / Hawk Films

Género: Tragicomedia, Bélico, Sátira, Guerra Fría, Holocausto nuclear

Ficha completa en Filmaffinity

Reparto

Lionel Mandrake / Presidente Merkin Muffley / Dr. Strangelove: Peter Sellers
General «Buck» Turgidson: George C. Scott
General Jack Ripper: Sterling Hayden
Coronel «Bat» Guano: Keenan Wynn
Mayor «King» Kong: Slim Pickens
Embajador ruso Alexi de Sadesky: Peter Bull
Teniente Lothar Zogg: James Earl Jones

Reparto completo en IMDB
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Siempre podemos reírnos de las personas más desalmadas del mundo si tomamos suficiente distancia. La película no cuenta nada gracioso, más bien cuenta un tragedia, ni hace chistes al respecto, es la locura fanática y obsesiva lo que nos hace gracia.

Todo comienza cuando un general fanático y enloquecido, y con suficiente autoridad, da la orden de bombardear la Unión Soviética sin que haya posibilidad de contraorden. El resto puede resultar hasta tópico: los intentos de hacer que el general entre en razón y dé la contraorden, las reuniones de Estado Mayor en la que los generales dan las soluciones más descabelladas, el asesor del presidente más esperpéntico aún, las reuniones con el embajador ruso, la arma de réplica que desencadenará un destrucción total de la humanidad, y las llamadas a Moscú para convencerles de que todo es un error. A diferencia de películas más modernas, esta es menos condescendiente, y si en cualquier otra película todo acaba bien en el último momento, aquí hay un avión que seguirá adelante hasta alcanzar su objetivo y soltar su bomba en una mítica escena en la que el mayor cabalga encima de la bomba atómica mientras cae.

Sin duda es una película digna de verse y degustarse, con ese punto agridulce que la favorece tanto.

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